Agua, medio litro de agua baja por mi garganta a tragos enormes, nunca es suficiente una botella, la sed matutina es inmensa. Huyo de los ruidos vampíricos que intentan alejarme de las teclas, de las letras conexas que forman algo más grande, menos estereotipado.

Tú y yo, yo conmigo misma… ¿sola? Conduzco hacia el inmenso mar, los ojos donde reposa mi angustia, ella absorbe mis lágrimas y devuelve las preguntas de mi monologo interior con el mismo formato, una mirada a dos hacia dentro de mí misma, un desglose de mis monólogos interiores…

¿De qué le hablo hoy…?

Me viene a la mente el chat de anoche, la pregunta… «¿Cuál es el conflicto del libro?»

Esa es la clave, el conflicto, todos mis bloqueos vienen de no saber enfrentar los conflictos, «ser buena» tiene ese precio que ya no quiero pagar.

El conflicto: el gran tema, la evasión como aprendizaje que me ha llevado una vida entera, des aprender, borrar patrones, descifrar esas voces que vuelven a mi cabeza marcando el rumbo, descubrir mi propio rumbo y desoír las voces, acallarlas, El conflicto, dejar de ser la que huye, la que corre hacia el otro lado, ponerme muy recta, erguirme como un árbol ante mi propia condena: huir.

«El teléfono, matar al teléfono, matar a Platón, Chantall dándome pistas, tus gafas de serpiente, los gritos psicológicos, la toxicidad, matarlo, los martes dejando de ser martes, la angustia, el nido en el estómago, el gran conflicto: No. Matar a Platón. Elevarme, coger aire, alejar las voces, beber más agua, el nido, dar forma a la vida, Mi vida sin mí, Isabel Coixet dándome pistas, Chantall dándome pistas, yo mirando de frente al conflicto, Hainuwelle inventando conjuros para tomar las riendas, desoír las voces, latir al ritmo de la vida de mis propios pasos.»

El silencio y la carretera me ayudan a desenredar los hilos, el agua bajando por mi garganta, caigo en que mi mandíbula está menos rígida, lloro, como tantas veces mientras conduzco, utilizo las gafas de sol para ocultar que mi único tiempo para llorar es cuando conduzco o me quedo sola flotando sobre las teclas, mis lágrimas como puntas de clavos de un esqueleto gigante que se deshace, convierto hierro en masa ósea tomando las riendas, desentramando el gran conflicto, por primera vez en mi vida estoy lista, todos los caminos se van juntando en uno grande que voy construyendo para mí, el nido de seda, los hilos bien acomodados, esqueleto ligero. La felina maúlla con fuerza, así sean mis pasos.

Vaciarme, una idea que ya no me asusta, tener la capacidad de vaciarme ha sido un largo proceso de desaprender, deshacer patrones, abrirme. Ahora podré llenar con lo que yo quiera, elegir, estoy abierta a una vida con todas las cosas que me apasionan, que mueven mi espíritu guerrero. Mirar de frente al conflicto, acariciar el nido, acomodar los hilos donde reposan mis clavos, dejarlos salir en cualquier paseo en coche, en la ducha, mientras cocino, no dejar que  petrifiquen mi esqueleto.

Construir un lecho para mi costado, pelear como una leona y acallar las voces, reconducirlas con cariño… Volar de un minuto a otro construyéndome el destino a medida, litros de agua sin tragar ninguna imposición, ningún estereotipo tatuado en mi alma nueva, un formato de mi misma está naciendo desde las yemas de mis dedos, ideas brotan, hilos confluyen, conjuros de libertad, textos que cobran verdad en la única verdad que ahora mismo acepto, matar al dragón, elegir, confluir conmigo misma, es mi momento, hoy a partir de ahora, sin miedo, sin nido que apriete, con esqueleto ligero y un lecho para mi costado, bienvenida a la ciudad de la lluvia, a la locura, a las letras, bienvenida a mi propia vida.

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